La felicidad no tiene una definición universal, pero se intuye estrechamente vinculada a la riqueza, la belleza, la fama o el poder. En mi criterio, se trata de una concepción errada, ya que si bien es cierto que tales condiciones pudieran complementar el estado de felicidad, individual o conjuntamente jamás podrían por sí mismas originarla o darle permanencia.

La felicidad es un estado integral avanzado del ser humano racional, que crea una unidad entre el espíritu y las sensaciones físicas del cuerpo, generando un sentimiento de realización material y espiritual que representa la calidad de vida más acabada y reconfortante que un ser humano puede experimentar, cual no puede nacer ni mantenerse sin dos elementos exclusivos siempre a nuestro alcance y que le dan sustento: DIOS Y EL AMOR.

Como la felicidad es corporal-espiritual, cualquier acto que la produzca deberá satisfacer ambos elementos, por lo cual deberemos diferenciar entre un acto agradable y uno feliz. Como las sensaciones que captan nuestros sentidos corporales no perciben las espirituales, para ser felices deben vincularse las unas con las otras. Para observar la diferencia entre uno y otro, ejemplarizaremos: el acto de degustar un trago de vino en solitario solo produciría satisfacción corporal mediante nuestras papila linguales; pero al compartirlo con la persona amada, adicionamos la parte espiritual y lo convertimos en un acto feliz. Asimismo, realizar el acto sexual únicamente por satisfacer la urgencia natural produciría satisfacción corporal; pero si hacemos el amor con la persona amada, al vincular el sexo al espíritu, lo convertimos en un acto feliz.

La felicidad no es ni tiene porque ser permanente, sino que se constituye de momentos felices; por lo cual será más feliz quien acumule mayor número de momentos felices. Pero como no todos los eventos agradables tienen por qué ser felices, lo que determina espacios en los cuales la persona no es feliz, nadie puede asegurar con propiedad que siempre ha sido feliz o infeliz.

Como quedó probado, para que un evento pueda reputarse como feliz requiere indispensablemente la parte espiritual que es interna; entonces también podemos deducir que somos nosotros en nuestro fuero interior quienes decidimos, al asignarle la cualidad de positivo o negativo, cual evento nos hace felices y cual no; esta última conclusión nos blinda frente a quienes pudieren desear hacernos infelices, porque nadie puede penetrar nuestro mundo interno, y esto ciertamente es un privilegio exclusivo del único ser vivo a quien Dios dotó de razón e inteligencia: EL SER HUMANO.

HERRAMIENTAS PARA SER FELICES

“LA FELICIDAD NO ES UN EVENTO EXTRAORDINARIO, SINO LA SUMA DE SITUACIONES SENCILLAS”

Considerando que DIOS y AMOR caminan tomados de la mano, haciéndonos compañía en este largo y venturoso camino de la vida, el lograr, disfrutar y mantener un estado de felicidad permanente, requiere de herramientas que aunque están a nuestro alcance, por sencillas y cotidianas no llaman especialmente nuestra atención y nos pasan desapercibidas, pero que al utilizarlas debidamente nos permitirán lograr una vida reconfortante, plena y feliz.

Las principales herramientas son EL LIBRE ALBEDRÍO y EL ESTADO DE ANIMO siendo que ambas únicamente son utilizables por nosotros mismos, porque reposan en nuestro interior y sólo requieren la propia voluntad.

Gracias al LIBRE ALBEDRÍO podemos escoger libremente lo que deseamos hacer. Esta extraordinaria facultad nos asegura que cualquier decisión que afecte nuestra vida, podemos tomarla libre de cualquier influencias externa.

EL ESTADO DE ANIMO nos posibilita mirar el mundo del color que nos apetezca, permitiéndonos transformar cualquier situación en negativa o positiva, conforme a nuestros particulares intereses; máxime cuando conocemos que la incidencia real de los eventos que nos afectan, lo es de un escaso 10%, porque el restante 90% corresponde a la trascendencia que les demos.

Somos nosotros quienes decidimos la positividad o negatividad de cada situación o circunstancia que nos afecte. De modo tal que, dos eventos idénticos en su naturaleza podrá nuestro estado de ánimo transformarlos de manera diferente en cada oportunidad. Por citar un ejemplo, si tomamos un mismo tipo de café en similares tazas; una en compañía de un extraño y la otra en compañía de nuestro ser amado, nuestro estado de ánimo lo determina como un evento normal, en el primer caso, pero emocionante y romántico, en el segundo.

Adicionales al libre albedrío y el estado de ánimo existen otros elementos secundarios producidos bajo su sombra, cuales nos permitirán desarrollar toda esa capacidad de hacer y sentirnos bien, que trajimos como equipaje cuando vinimos a este mundo, pero que ha sido mediatizada por tantos paradigmas errados que han implantado en lo profundo de nuestra alma, esa semilla venenosa que inventa nuestra mente cuando no encuentra una pronta explicación a fenómenos que deberían ser normales en la vida del hombre: el temor.

Para concluir mi intervención de hoy debo destacarles que si esas herramientas las ubicamos bajo el manto de la oración fervorosa y sincera, percibiendo su inmediatez en nuestra paz espiritual, recibiendo el aliento de Dios en el aire, su voz en la caída de las hojas y su bondad en esa maravillosa vida que disfrutamos, al solicitarle más que cosas materiales lucidez para tomar acertadas decisiones, aumentaremos nuestro crecimiento espiritual, que es uno de los pilares sobre los cuales carga su poderosa fuerza nuestra felicidad personal.

COMO MEJORAR SU ESTADO DE ANIMO

Siendo que El Estado de Ánimo es una especial facultad interna que nos posibilita mirar el mundo del color que nos apetezca, nuestro interés principal deberá ser mejorarlo al mayor grado posible. En tal sentido, el primer paso será elegir sentirnos mejor, para lo cual nos basta con enumerar las múltiples bendiciones y muchas cualidades físicas y espirituales de que somos portadores, cuales en su totalidad son fuente abundante de motivos para mejorar nuestro estado de ánimo.

Así tendremos que nuestra bendición principal es NUESTRA VIDA, porque sin ella no somos nada, somos menos que el éter; simplemente no existimos. Si los muertos pudieran hablar, nos manifestarían cuanto envidian esa insustituible posesión física que es nuestra vida.

No recuerdo en toda mi vida, haber conocido que alguien en su sano juicio hubiese deseado morir, o por lo menos que no hubiese hecho todo lo posible por mantenerse vivo. Por tanto, nuestro ánimo mejorará si meditamos sobre el hecho de que estar vivos, ya es la mayor bendición de nuestro ser superior o Dios sobre la tierra.

Otra bendición inigualable para mejorar nuestro estado de ánimo son nuestros cinco sentidos conocidos, los cuales nos permiten mirar la reconfortante sonrisa de los niños, oír el canto o música de los pájaros y la palabra… amor; la sensación indescriptible de la brisa mañanera en nuestra cara, el aroma de las flores y del pasto mojado en las mañanas lluviosas, el sabor de los manjares que el ser supremo ha puesto sobre la tierra para nuestro disfrute, y ese inconfundible, familiar olor del ser amado.

Pero si además reflexionamos sobre el que, diariamente mueren de hambre miles de personas y especialmente niños, siendo que para nosotros el problema alimentario es ¿Qué dejamos de comer para no engordar? Mientras que para esos miles de hermanos nuestros su problema es ¿Dónde encontrar cualquier alimento para no morirse de hambre?; que existen millones de personas sufriendo de horribles enfermedades como el VIH; más de un mil tipos de cáncer; Parkinson, Alzheimer y… pare de contar, sin posibilidades de atender eficientemente sus enfermedades, mientras nosotros disfrutamos de una salud a toda prueba y tenemos acceso a los mejores centros de salud del mundo.

Que en países africanos, asiáticos y de América Latina, en campamentos insalubres e improvisados crecen millones de niños que nunca aprenderán a escribir siquiera la palabra “madre”, mientras nosotros accedemos a los mejores centros de educación. Que desde Afganistán hasta La Patagonia Chilena, personas nacen, crecen y mueren sin llegar a disponer de un trabajo o un techo donde guarecerse, mientras nosotros disponemos de empleo seguro, vivienda propia o por lo menos la oportunidad de adquirirla.

Que pudiera ser que en este mismo instante, mientras usted deja en su colegio a su niña o niño provista o provisto, de su morral con libros y su merienda, cientos de miles de niños y niñas entre diez y diecisiete años en Burundi, Sierra Leona, Ruanda, Zambia y Colombia, por citar los países más conocidos, son obligados a empuñar armas mortales, violados en sus almas y en sus cuerpos, sin poder regresar a sus hogares, por temor a ser asesinados por quienes se han servido inmisericordemente de ellos.

Con tales reflexiones comparativas entre usted y el resto del mundo, su estado de ánimo mejorará significativamente y de tal manera robustecerá uno de los elementos más importantes para lograr una vida feliz; al mismo tiempo que le facilitará reflexionar sobre el hecho indiscutible de que usted es un hijo privilegiado de un ser supremo y por tanto no tiene derecho a permitir que su estado de ánimo decaiga, sino disfrutar de los dones que Dios le ha acumulado durante toda su vida.

Para concluir, permítanme comentarles que cuando paseo por la ciudad observo como personas a quienes les falta un brazo o una pierna, o se trasladan en sillas de ruedas, sonríen y se notan felices. Paradójicamente, a su lado observo personas jóvenes, hermosas, vitales y sanas, con sus seños fruncidos con actitud de infelicidad.

¿Qué hace la diferencia entre unos y otros? Sin ninguna duda, SU ESTADO DE ANIMO.

Hace pocos años presencié un programa de televisión internacional, donde presentaban unos gemelos que habían nacido con un mal congénito que no les permitía respirar normalmente. Uno de ellos, a la edad de cuatro años ya había estado hospitalizado veintiocho veces y le habían realizado once operaciones quirúrgicas en su garganta. El otro, un numero escasamente menor de cirugías y hospitalizaciones. Pero algo más grave aún, al descubrir que se trataba de un problema cromosómico transmitido por la madre, el diagnóstico médico definitivo fue que el mal era irreversible y por lo tanto estos niños jamás podrían tener una vida normal. Permanecerían de forma obligatoria recluidos en hospitales para recibir muchas otras intervenciones quirúrgicas, hasta que la vida se les extinguiera.

Más allá de la inmensa tristeza que como padre y abuelo me produjo esa dolorosa escena, recibí de los padres de esos niños una de las mayores enseñanzas de mi vida. Se trataba de dos personas menores de treinta años, quienes retozaban en la alfombra con sus dos hijitos que se encontraban conectados a unos aparatos respiratorios, y ciertamente sus rostros reflejaban felicidad. Estas personas de espíritu tan elevado no pensaban que Dios había sido injusto con sus hijos y con ellos por tan deprimente situación, sino que rebosaban de felicidad porque Dios en su infinita misericordia había preservado la vida de sus dos niños y les mantenía a ellos sanos para poder ayudarles.

Entonces yo, que tengo vivos mis tres hijos y mis tres nietos y a cada momento recibo el amor de ellos y el de mi familia, tengo que tener mi estado de ánimo por las nubes. Estoy obligado a dar gracias a Dios por habernos preservado de tantos males; por darnos y mantenernos esta vida, sin la cual no podría experimentar mis sentimientos sin importar si son agradables o desagradables, porque lo trascendente es que me hacen sentir que aún estoy…vivo y feliz; igual que usted quien en este momento no tendrá más alternativa que sentirse como yo: con su estado de ánimo muy elevado por ser un hijo privilegiado de Dios y por tanto agradecido y feliz. Por eso, como Emerson repito desde el fondo de mi alma: “Todo lo que he visto me enseñó que debo confiar en el Creador a quien no he visto.”

Si usted medita sobre lo expuesto y se ubica como un habitante más de este mundo, donde caben holgadamente la vida y sus dones, pero también la muerte y la escasez; la salud y la bonanza, pero también la enfermedad y la pobreza; el dolor, la tristeza y el odio, pero también la alegría, la solidaridad y el perdón; la maldad y la envidia, pero también el amor, la bondad y la generosidad; la frustración y el fracaso, pero también el éxito y como fuente inagotable de vida: la esperanza. A esta altura de las cosas, seguramente usted no tendrá duda de su condición de hijo especial de Dios y rebozará de alegría. Así que por favor, no pierda ni un segundo, no desperdicie esta oportunidad y corra… corra donde su hijo, corra donde su nieto, corra donde está su amor o su amigo y abrácelos o béselos con toda la ternura de que es capaz, póngalos contra su corazón, inúndelos de amor, porque esa es la mejor parte de ese tesoro recibido de Dios: su vida y la continuación de ésta representada en sus hijos.

Por cierto… ¿Alguien habló de tristeza o de mal estado de ánimo? Aquí no puede ser. Será en otra parte, otras personas, pero no nosotros. Nosotros recibimos de Dios la luz de la razón que nos permite conocer estas verdades para que podamos analizar cada uno de los aspectos de nuestra vida terrena, lo que diariamente nos posibilita para reconocer su amor, puesto de manifiesto en sus múltiples bendiciones, con la única intención de que seamos felices. No podemos defraudar a nuestro amado Padre Celestial. No nos lo perdonaríamos… y esta vida es tan corta que no podemos perder ni un segundo de ella. Por eso debemos vivirla intensamente, disfrutándola con fruición, con abundancia de amor, con avaricia de felicidad porque para ser felices fuimos creados por Dios. Lo contrario sería un desperdicio imperdonable, porque los momentos de la vida que no disfrutemos ahora mismo, fatalmente pasarán y serán… irrecuperables.

Finalizo esta, recordando a un maestro de las letras, que lo hizo inolvidable para quienes amamos la poesía, la música, la belleza, quien no se contentó con el romanticismo, sino que nos dejó un mensaje bueno para la vida diaria: Pablo Neruda, cuando escribió: “Levántate y mira el sol por las mañanas y respira la luz del amanecer. Tu eres parte de la fuerza de tu vida; ahora despiértate, lucha, camina, decídete y triunfarás en la vida; nunca pienses en la suerte, porque la suerte es el pretexto de los fracasados.”

Por: ARMANDO MARTINEZ CASTAÑEDA para yosoyperiodista