ATLANTA-GEORGIA, Estados Unidos.-El pasado 10 de mayo, el anhelado ‘sueño americano’ de cada inmigrante que viene a los Estados Unidos se le llenó de nubarrones, sangre y desesperanza al dominicano Martín Encarnación.

Ese día -que quedará marcado en su memoria y en la amplia cicatriz que ahora matiza su cráneo- Martín fue asaltado y golpeado brutalmente por cuatro pandilleros mientras laboraba como cada tarde, vendiendo helados en su triciclo en el condado de Gwinnett.

Martín, de 60 años y oriundo de San Juan de la Maguana, apenas recuerda que eran tan hispanos como él quienes le quebraron a batazos la vida, robándole todo cuanto llevaba encima: el dinero, su teléfono celular y hasta las paletas.

Tras el incidente, ocurrido entre las calles Dickens y Burns Road, de la ciudad de Lilburn (Gwinnett), Encarnación quedó gravemente herido, inconsciente y fue ingresado de emergencia en el Gwinnett Medical Center, según el reporte policial.

Allí permaneció durante casi un mes en un estado delicado y pudo superar lo peor. Pero sus problemas, lejos de acabar felizmente tras la oportuna asistencia médica que le salvó la vida, apenas comenzaban.

Sin dinero ni nadie a quien acudir

Hace dos semanas que la administración del hospital le dio de alta, pero como muchos inmigrantes, Martín carece de documentación, seguro médico y sobre todo de dinero para saldar los gastos médicos, que superan los 25 mil dólares.

Volver a su país en calidad de deportado no es una opción para este humilde heladero, pues allí solo tiene a su anciano padre, de 90 años. Tampoco puede ayudarle su único hijo, de apenas 13 años y quien reside en Guatemala.

Su situación se complica –más aún- debido a que en Georgia no hay un consulado de la República Dominicana u otra entidad gubernamental que pudiera asistirle, al tiempo que la colonia dominicana es pequeña y apenas empiezan a surgir algunas organizaciones comunitarias.

No obstante, un grupo de dominicanos se han solidarizado con el drama de Martín y encaminan esfuerzos para gestionarle recursos y un techo en donde pueda rehabilitarse, pues apenas puede moverse y el garaje en que ‘vivía’ precariamente, prácticamente ‘arrimado’, es el lugar menos apropiado.

“Todo lo que le pido a Dios es que me ayude para volver a trabajar, porque ya él me salvó la vida”, dijo el laborioso paletero de Gwinnett a este reportero.

Porque Martín (me aventuro a interpretarle) no quiere que le ‘cojan’ pena ni que le tengan lástima, sino que la comunidad, su gente y -¿por qué no?- el Gobierno de su país, que preside por cierto un sanjuanero, le ayuden a recuperarse y volver a vivir su vida, aun sea vendiendo helados en las calles de Gwinnett.

Quienes deseen ayudarle pueden llamar a Silvio Bautista o al activista y comerciante Manuel Galván a los teléfonos 404-914-2566, 404-819-1687 ó 770.617.5587.

O pueden hacer un depósito en la cuenta del Bank of América #334040413684.

Fuente: acento.com.do