Hace casi un siglo que el amor lo han unido a la institución familiar, es decir, al matrimonio. Anteriormente casi todos los matrimonios eran concertados. El marco familiar no tenía nada que ver con el amor. Se casaban por conveniencia esperando que con el tiempo surgiera el afecto o no. Eso era lo de menos.

La evolución social y cultural, la igualdad entre sexos, propiciaron la libertad de elegir pareja. Paradójicamente los divorcios, separaciones han aumentado de forma considerable.

De ello podemos deducir que el amor no es algo inherente al matrimonio, ni que la convivencia estable y duradera es consecuencia del amor. Por lo menos no del amor romántico.

El amor apasionado, romántico, aquel que no ve defectos, ni dificultades, ese que da fuerzas y entusiasmo, no es ni mucho menos el que crea la estabilidad y la felicidad de la pareja.

El amor ha de implicar respeto hacia el otro y hacia uno mismo (no se nos olvide). Debe proporcionar una relación equitativa (dando más o menos en cada tema al 50% aproximadamente). No se puede depender, ni que dependan en los sentimientos (si me deja no valgo nada). El amor ha de dejar independiente al otro (si sale con amigos es que no me quiere). El amor requiere esfuerzo, sentido común, voluntad de llegar a acuerdos, flexibilidad, picardía, comunicación, intereses comunes, cariño y sentido del humor, a fin de mantener la ilusión y el deseo.

El amor casi siempre comienza a decaer en el marco de la convivencia, entre otras cosas porque desciende el grado de idealización. Muchas personas piensan que el amor lo puede todo, que si fracasan en la relación es porque no estaban enamorados, porque no han encontrado la persona idónea. Este error hace que no se realicen los esfuerzos necesarios por ambas partes para mantener a la persona que queremos a nuestro lado. Por ambas partes, lo subrayo porque en el momento que uno de los dos empiece, como costumbre, a dar más, el equilibrio se pierde.

Un objetivo realista que haga crecer a la pareja es el de ser responsable de la propia felicidad en armonía con la del otro. Si alguno de los dos, consciente o inconscientemente, pretende abusar obteniendo la mayoría del tiempo más privilegios, la estabilidad se rompe.

Todo esto se aprende y generalmente aunque se tenga mucha edad casi nunca es tarde. Hay que empezar por encontrar una persona que nos atraiga con las cualidades que más nos gustan (inteligencia, bondad, atractivo físico, educación, fidelidad...), pero esto es la punta del iceberg, el trabajo que viene después es lo que hará que conservemos el amor.

Primero debemos saber lo que nos espera. No es lo mismo "ser novios" que convivir. Como dice el refranero español "de novios mieles, de casados hieles". La primera etapa (de novios) que es la más fácil se caracteriza por:

  • Un bajo nivel de responsabilidades
  • Un alto porcentaje dedicado al ocio
  • Alto grado de novedad
  • Alto intercambio de conductas gratificantes o halagadoras
  • Falso conocimiento de expectativas futuras
  • La baja tasa de responsabilidades

En la mayoría de las situaciones, cuando una relación comienza pasa bastante tiempo hasta que se establece un compromiso. Este periodo facilita la valoración positiva de las conductas de ambos que se viven sin prejuicios y con libertad. No hay que pagar letras, ningún acuerdo explícito que obligue a nada, ni responsabilidades. El sentimiento, el deseo y la atracción es lo que motiva a que se salga con más frecuencia. Sin embargo, hay que pensar que todo esto cambia en el momento que se empieza a convivir.

El tiempo dedicado a diversiones

Después de una jornada de trabajo o de estudio los novios se dedican ha charlar, bailar, deporte, relaciones sexuales...., es decir, a cosas placenteras. En la convivencia todo este tiempo desciende.

Nivel de novedad

En la primera etapa de la relación, casi todo son novedades, en su mayoría agradables. Esto contribuye a mantener el interés inicial mutuo. Como sabemos la facultad de sorprender es gratificante y motivadora. Iniciada la convivencia, el grado de novedad desciende. Si las expectativas eran muy elevadas, o no trabajamos este área, la desilusión puede empezar a instaurarse.

Intercambio de conductas gratificantes

El sentimiento de felicidad entre dos personas depende en gran parte del número de comportamientos agradables que realicen ambos. En la época de noviazgo el intercambio de dichas conductas suele ser muy alto. La convivencia hará que veamos a las personas más reales, la idealización decrece, surgen los problemas.. es por tanto, cuando debemos aprender a solucionar las distintas dificultades.

Expectativas

El mundo imaginario que se haya hecho de la pareja es muy perjudicial para luego la convivencia. La realidad no tiene nada que ver con el concepto idealista del amor. Muchas veces, esas falsas expectativas, es porque en el noviazgo nos han vendido una imagen que no era. También puede ser porque nos hemos creado nosotros mismos a una persona que no existía. El cuidado que pongamos en este aspecto es fundamental para el buen desarrollo de la convivencia. Es mejor pecar de realista que de idealista.

Como podemos apreciar la etapa de conocerse, de noviazgo es más gratificante que ninguna otra. Es cuando realmente disfrutamos y nos hacen disfrutar sin responsabilidades, ni deberes, ni deudas. No hay que precipitarse por tanto en convivir, y mucho menos en tomar decisiones impulsivas. Analizar la situación dejando al lado lo emocional nos ayudará a resolver con menos equivocaciones si vivimos una vida en común. Medir paso a paso que responsabilidades adquirimos, saber que pasaremos más tiempo con tareas propias del hogar (lavar, cocinar..), como será esa persona para compartir esas tareas, que defectos y virtudes encontraremos en la convivencia, que podemos esperar en el futuro (de trabajo, de relación, de comunicación, de fidelidad..) de esa persona, nos hará decidirnos con más equilibrio y generalmente, realizaremos una elección más correcta.

Debemos pensar que ninguna pareja "per se" es feliz o problemática (aunque por supuesto con unas personas te llevas mejor que con otras). Pero ni los caracteres opuestos se atraen, ni hay que buscar almas gemelas. Si hay que trabajar las habilidades que nos permitan aceptar, aprender como resolver los problemas, hablar sin insultar, sin críticas, llegar a pactar acuerdos y saber hacerse respetar, entre otras.

Recordemos que si nos comportamos de forma agradable con el otro; él o ella se sentirá motivado a comportarse de la misma manera. Lo que aumentará la satisfacción a seguir siendo agradables por ambas partes. Si además, no permitimos, de forma suave, que nos traten mal ayudaremos a establecer este círculo tan importante para la convivencia. Las dos personas se verán recompensadas para seguir con las conductas placenteras. La rigidez y el autoritarismo son tan enemigos de la relación como el darse por entero.

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