La vida corre rápido en nuestros tiempos. Queremos lograr muchas cosas, realizar un motón de proyectos, de sueños, vamos y venimos de aquí para allá sin detenernos. Sin embargo por el correr de la vida y el inmediatismo se nos está olvidando de dónde venimos, quienes somos y quien es la fuente que nos provee todo.

Para lograr una vida en plenitud, en paz con los seres humanos que nos rodean, con el medioambiente que nos proporciona todo lo que necesitamos, debemos hacer una parada en el camino y reflexionar ¿cuál es mi verdadero propósito en la vida? ¿Para qué he venido? y ¿Porque estoy aquí?

La respuesta a todas nuestras preguntas la encontramos en  lo más profundo de nuestro interior, donde con plena fe y confianza  conectamos con Dios.

El mundo necesita un cambio y solamente se dará cuando cada hombre y cada mujer reconozcan que son imagen de Dios y que él nos ha regalado la vida para que cumplamos un propósito de bien, de amor, de paz.

Dios es la fuente de donde emana todo lo que el hombre se merece, solo basta que tengamos fe y confiemos en el que todo lo puede.  Yo soy la vida y ustedes son las ramas. Si alguien permanece en mi, y yo en el, produce mucho frutos, pero sin mí no pueden hacer nada. (Jn. 15,5). Mantengámonos conectados a la fuente para que nuestra vida sea fructífera.