Nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte, porque la sexualidad no tiene un interruptor para encenderla o apagarla a gusto. Bajo esta premisa, la educación sexual tiene que comenzar temprano y evolucionar, asertivamente, según cada etapa del desarrollo. Lo que muchos se preguntan es: ¿cómo?
Hay que tener en cuenta que cada familia decide el marco de referencia para acercarse al tema, pues la sexualidad está llena de matices. Además, involucra mucho más que un acto. Implica hablar de identidad sexual, rol del género, comportamiento erótico, orientación sexual y estilo de vida, según establece la doctora Gloria Mock en su libro “La educación sexual en la niñez”.
Por eso, la educación sexual no puede ser asunto de un par de conversaciones y sus reglas tampoco están escritas en un panfleto que podemos recitar.
Lo primero que requiere una educación sexual efectiva es la claridad de los padres. Deben tener una visión definida respecto al mensaje que quieren llevar a sus hijos y, por supuesto, estar dispuestos a responder preguntas y modelar comportamientos de acuerdo a ella.
“El problema está en que muchas veces los padres tienen inconvenientes manejando el tema de la sexualidad”, observa Glorimar Delgado García, trabajadora social y sicóloga escolar.
Por eso, coincide con otras especialistas entrevistadas al señalar que el reto más grande que tienen los padres es educarse. Esto incluye, reflexionar sobre sus propias creencias y actitudes que servirán de ejemplo.
“Todavía a muchos padres y madres les avergüenza hablar de sexualidad. Entonces, es muy difícil que cuando sus hijos se acerquen a preguntar qué significa esto, ellos puedan contestar”, apunta, por su parte, Rebecca López Bobonis, también trabajadora social y sicóloga escolar certificada en abuso sexual de niños.
Con las palabras se empieza
Las partes íntimas de la niña y el niño tienen nombre. No son “la cosita”. Así es que desde que los hijos comienzan a manejar el lenguaje los padres deben enseñarle que las féminas tienen vulva y los varones pene.
En sus dinámicas con infantes de 6 a 8 años, Maldonado suele pedirle a los menores nombrar sus genitales. La mayoría, sostiene, utiliza nombres inventados por sus padres (la variedad no conoce límites) y muestran asombro cuando se les dice la verdad.
“Con los nombres correctos y claros rompemos con la estructura de que hablar de sexualidad es negativo. Colocamos el tema en un plano natural y la conversación fluye. Más adelante, tendremos adultos que entienden la sexualidad como algo apropiado. Saben que no hay ningún problema en hablar al respecto”, apunta Maldonado, quien trabaja para el Programa de Prevención de Agresión Sexual de la organización Taller Salud.
Por el contrario, podemos transmitir a los niños muchos tabúes o conceptos erróneos sobre la sexualidad cuando chiquiteamos, guardamos silencio, nos enfadamos ante sus preguntas y curiosidades o decidimos despachar sus interrogantes con información fantasiosa. Al final, ellos descubrirán la verdad y pueden sentirse traicionados. Peor aún, podrían optar por no volver a preguntarte.
También hay que considerar que buena parte del aprendizaje sexual ocurre informalmente, a través de la observación (de todo lo que ocurre alrededor), los medios de comunicación, la música, los bailes y la publicidad, entre muchas otras influencias.
Cada vez más “informados”
Esa avalancha de información no se detiene. El auge por la tecnología -incluyendo los teléfonos celulares cada vez más temprano- plantea nuevos escenarios a través de los cuales se aprende y se expresa la sexualidad.
“Los menores están teniendo más acceso. Hay más dudas y está aumentando el conocimiento sexual no apropiado para la edad”, apunta Maldonado.
A modo de ejemplo, cuenta el caso de una niña de 9 años con dudas sobre sexo oral.
“Ella tuvo acceso a esa información a través de internet. Pero he tenido niñas que me cuentan cómo desbloquean canales, ven películas pornográficas de sus padres, no porque ellos se las pongan. Es que esta generación es tecnológica y, en ese sentido, es trabajo de los padres controlar ese acceso”, señala la sicóloga.
En su libro, la doctora Gloria Mock destaca que la televisión y la internet ejercen “una gran influencia en la formación de las creencias, las actitudes y los valores de nuestra juventud”.
Por eso, la responsabilidad de los padres no se limita a estar pendientes de lo que permiten ver a los chicos. Deben ser críticos con la información a la cual se exponen.
El reto no es solo para los padres, el Programa de Salud Escolar del Departamento de Educación (DE) ya establece como requisito incluir temas como la importancia de prevenir el ‘sexting’, tan temprano como en tercer grado.
“No hay que tener acceso a internet. Los niños pueden tomarse fotos, no necesariamente sin ropa, pero exhibiendo una conducta sexualizada, besándose o posando”, comenta Maldonado.
Sexualización precoz
La conducta sexualizada, explica López, se refiere a gestos o conductas implícitamente sexuales que pueden fluctuar desde un baile (como el perreo) a un comentario. Lo peligroso del asunto es que muchos menores ni siquiera entienden la connotación que tiene esta conducta. Están, simplemente copiando lo que ven y han aprendido a concebir como atractivo, aunque no sea adecuado para su edad.
Otro ejemplo de como el erotismo puede llegar a destiempo es la vestimenta, especialmente en el caso de las niñas.
“En ocasiones, por no tener una educación sexual correcta, mamá y papá influyen en que los niños desarrollen un erotismo a destiempo. Por ejemplo, cuando una mamá decide ponerle a su hija de 7 años un traje sexy, tiene que pensar en lo que pasará cuando tenga 13”, comenta, por su parte la especialista en sexualidad humana, Ivelisse Cintrón Vázquez.
Al respecto, las sicólogas coinciden en la necesidad de reforzar las herramientas que le proveen a los menores para tomar decisiones responsables sobre su conducta. Y esta tarea, a medida que la tecnología cobra auge, tiene que comenzar más temprano.
Incluye enseñarles a ejercer un buen juicio sobre la información y fotos que deciden hacer pública en las redes sociales. Que sean capaces de reflexionar sobre cómo se proyectan, en lugar de simplemente copiar lo que ven.
De esta forma, los adultos contribuyen al desarrollo saludable y responsable de la sexualidad de sus hijos.
Por Camile Roldán Soto/This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.