(CNN) – Una mujer brasileña escapó de la muerte por pocos centímetros centímetros luego de que su esposo le disparara accidentalmente en la boca con un arpón, dijeron las autoridades.

Elisangela Borborema Rosa, de 28 años, estaba en la cocina con su marido el lunes por la noche mientras él estaba manipulando el arpón, de acuerdo con las autoridades de salud del estado de Rio de Janeiro.

El arma se disparó y la lanza se introdujo en la boca y la mandíbula de Elisangela, para finalmente alojarse en su columna cervical, dijeron las autoridades en un comunicado.

La mujer fue llevada a un hospital del área y los médicos esperan que se recupere completamente.

"Este es el primer caso de este tipo que hemos atendido en el hospital", dijo Allan da Costa, un neurocirujano que operó a la mujer.

"La peculiaridad del accidente es que la punta del arpón penetró la región entre su vértebra superior y la médula espinal. Si el objeto hubiera golpeado sólo 1 cm más de un lado, la paciente se habría convertido en una tetrapléjica. Y si hubiera golpeado 1 cm más del otro lado o hubiera alcanzado una arteria del cerebro, ella habría muerto".

La mujer se mantienen bajo observación.

"Ella está moviendo ambos lados (de su cuerpo), pero tiene un poco de dificultad en el lado derecho", dijo da Costa. "Tenemos que esperar a que la sedación desaparezca y el tubo de la traqueotomía sea removido para hacer una evaluación completa. Si todo va bien, va a ser dada de alta en una semana".

Este no es el primer accidente de arpón en el estado este año.

El mes pasado, Bruno Barcellos de Souza Coutinho, de 34 años, estaba limpiando su arpón cuando soltó un tiro que atravesó la esquina de su ojo izquierdo y el cráneo.

Fue llevado a un hospital local, consciente y alerta, y después de una cirugía de cuatro horas los médicos lograron extraer el objeto sin ningún daño cerebral.

En el caso de Coutinho, un neurocirujano dijo que el arpón quedó a milímetros de arterias vitales.

El caso fue considerado una rareza y el procedimiento para quitarlo fue algo inaudito en la ciudad de Petrópolis, a las afueras de Río de Janeiro.