En 2009, el peor año de la crisis financiera en Estados Unidos, hubo una profesión nueva que resistió todos los embates bursátiles: las 'matchmakers', esas personas –casi siempre mujeres- que se encargan de emparejar gente presumiblemente afín que buscaba compañero en Internet. Cuando todo se venía abajo la gente seguía buscando el amor o el sexo, según el caso. En España, en enero de 2012, las suscripciones a los portales para buscar pareja subieron un 80% respecto al año anterior.  

Si antes confiábamos en el azar y el destino para conocer al hombre y a la mujer de nuestra vida, ahora no queremos dejar cabos sueltos. Hartos de equivocarnos, nos ponemos en manos de algoritmos matemáticos que aseguran que también se sustentan en la química y en las hormonas para decidir por nosotros quien nos conviene. Las matchmakers se encargan de convencernos. En Estados Unidos son personajes que se pasean por los platós de televisión, aquí son más discretos, permanecen tras bambalinas y solo hace recomendaciones. Eso, al menos me ha contado Mila Cahue que ha trabajado como Matchmaker en Meetic.com. “Mis recomendaciones son solo orientativas, me dijo pero a continuación agregó: “Si tienes un 87% de compatibilidad con alguien según el algoritmo, hay que verse las caras porque hasta entonces no habrá nada seguro. En cambio, con alguien con quien consigues un 15% de compatibilidad no hay que molestarse en quedar. 

Minimizar el margen del error, ir al seguro, acortar todo lo posible la incertidumbre y la travesía del desierto. No perder tiempo. Son todas, nuevas prestaciones que la tecnología ha agregado a nuestras milenarias tácticas y estrategias de apareamiento. Hay quien dice que también le ha quitado emoción y romanticismo al asunto. Otros argumentan, como la psicoterapeuta Mariela Michelena que saber que en teoría hay todo un mercado para escoger, introduce una falsa sensación de intercambiabilidad que no favorece las parejas de largo recorrido. 

Sea como sea, después de varios años de peregrinaje por los diferentes sitios de ligue en Internet, usuarios, investigadores y hasta uno de los fundadores del negocio, Gary Kremen, creador de Match.com han tenido experiencias de todo tipo en estas lides. ¿Funciona el asunto? ¿Quién tiene más probabilidades de encontrar pareja, aquellos que se ponen a ello con cálculo y frialdad suficientes para someterse al ensayo error continuo sin que se les mueva un músculo de la cara, o los que en modo zen dejan fluir las energías y las potenciales parejas? 

Gary Kremen, el fundador de Match.com, sufrió en sus propias carnes los efectos de su invento. En 1995 cuando fundó el portal había poca gente pululando en Internet buscando pareja. Gary necesitaba cobayas para probar la eficacia de emparejarse on line y cometió el error de dar de alta a su novia en el servicio. La chica encontró a otro, se enamoró y lo dejó más tirado que una colilla. La típica historia del cazador cazado. 

Si antes se ocultaban las andanzas por Meetic y otros portales de contactos, ahora se airean las batallitas y se publican todas las meteduras de patas y todo el muestrario de falsos positivos con que hemos probado suerte. Aquí podemos leer los seis meses de un chico del Levante español en Meetic. Es duro pero es una buena manera de constatar que nuestra evaluación de los posibles candidatos en Internet es cruda, y a medida que vamos aprendiendo, el tiempo para demostrar si el otro es válido se acorta cada vez más. 

Es importante saber qué terreno pisamos ahora que hasta el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) reconoce que más de la mitad de los solteros españoles ya buscan pareja en Internet. Por ello, hemos buscado a los que investigan y evalúan nuestro comportamiento on line para intentar delucidar si Internet sirve para buscar pareja o si funciona simplemente como un bar de ligoteo barato y de corto recorrido. Por ejemplo, Dan Ariely, un prestigioso economista del comportamiento cree que las citas on line no llevan a ninguna parte y que son, salvo honrosa excepciones, un desastre. Su argumento es que el único criterio que tenemos para elegir es una foto y un perfil donde la gente se describe más como quisiera ser que como realmente es. Con esta información las probabilidades de error se disparan, dice. “Es la complejidad de vivir una experiencia completa con el otro lo que te dice si alguien te gusta o no. Así que ha montado una web para experimentar el apareamiento de otra manera, simulando citas reales. “Las citas son algo más que sentarse en una habitación e interrogarse uno al otro, tienen más que ver con experimentar algo juntos en el mundo real, salir y ver al otro interactuar con el mundo, qué música le gusta y cuál no, qué fotos le gusta, cómo come, cómo se relaciona con la gente y una gran cantidad de aspectos no explícitos”, dijo a The Guardian en una entrevista. En el sistema de apareamiento online que este economista está experimentando cada posible contacto es como un avatar que te pasea por su vida. Hay más inforaciòn que en una foto y un perfil, lhay músicas, hay una simulación del sitio donde vive, de sus amigos, de sus lugares favoritos. Se trata de decidir ir ala primera cita con una idea más exacta de quien es el otro. 

Para el filósofo francés Alain Badiou, autor de In Praise of Love el problema de las citas on line es que destruye la idea romántica del amor ofreciendo la promesa del riesgo mínimo. Badiou se revela contra la publicidad de algunos portales que parece que venden un seguro de vida: “Consigue el amor sin riesgo” “Uno puede encontrar el amor sin enamorarse” “Puedes enamorarte completamente sin tener que sufrir”. Badiou dice que nadie puede dar esas garantías y que una pareja no es una póliza de seguro a todo riesgo. Es un mal punto de partida para empezar una relación. Para él el amor es aventura y riesgo, no seguridad y confort. Pero él reconoce que en las sociedades modernas esto es un pensamiento que no gusta porque el amor se considera “un riesgo inútil”, una idea que amenaza, en su opinión, la propia existencia de ese sentimiento. Ante el más mínimo contratiempo salimos pitando. 

El sociólogo Claude Kaufman, de la Universidad de la Sorbona, cree que la clave del fracaso de las citas on line tiene una razón fundamental, que ha nacido una nueva actividad de ocio de la que todos queremos disfrutar sin consecuencias. Se llama sexo. “El sexo es una actividad divertida que no tienen nada que ver con la monogamia, el matrimonio o la maternidad, es un divertimento. Gracias a los portales de citas on line hay un vasto supermercado donde abastecerse de amor y sexo donde cada quien puede tomar lo que quiera, según sus deseos y necesidades del modo más eficiente posible. Todo lo que se necesita es abrirse un perfil, y ellos pagar una modesta cantidad de dinero”. Para él el problema es que el amor y el sexo son en cierto modo “opuestos”. “Uno puede intercambiarse por dinero y el otro se resiste a ser reducido a términos económicos. El problema es cuando queremos las dos cosas al mismo tiempo, sin darnos cuenta de que no son lo mismo, y la citas on line intensifican esa confusión”. Para Kaufam, en la época de las citas on line y el speed dating (primeras citas que transcurren en siete minutos) la idea mayoritaria es conseguir relaciones breves que supongan el máximo placer con el mínimo compromiso. La idea de que siempre se podrá encontrar sustituto en Meetic o en cualquier otro portal reduce a cero el miedo a no encontrar la próxima cita. 

A pesar de todos los temores de los académicos, el mundo se llena de parejas que no se han conocido en un bar ni en una fiesta de amigos sino teclado y pantalla medianteEste reportaje de The Guardian llamado The way we love now (El modo en que ahora amamos) se dedicó a entrevistar a parejas consolidadas a empezar su relación en Internet) . El reto de los investigadores de nuestras tácticas de apareamiento es determinar si estas historias de amor son excepciones o son la regla. O si por el contrario, lo normal es estar en una interminable situación ensayo error cuando buscamos pareja en Internet. ¿Cuál es tu experiencia?