SANTO DOMINGO. Debe ser muy triste escuchar la lluvia en casas de cartón, como describió Alí Primera en esa emblemática canción. Pero, es todavía más tétrico el panorama si ni siquiera existe cartón para cubrirse, y esa realidad la vive una familia capitalina.

Leury Guzmán, de 31 años, Isabelle Peñaló (Tata), de 42, y su nieto Braily, de 2, sobreviven, día a día, bajo el puente Francisco J. Peynado, que conecta el Distrito Nacional con Villa Mella, en Santo Domingo Norte, justamente al lado de la parada Máximo Gómez del Metro de Santo Domingo, inaugurado en febrero de 2008.

Llevan siete años en el mismo lugar, en las mismas condiciones y bajo las garras de la misma miseria. Lo único que ha cambiado es que ahora hay más ratones que antes, y el mal olor es casi insoportable. Comen cuando Guzmán, analfabeto, encuentra chiripa.

Esta familia ha convertido en hogar cuatro troncos que soportan una hilera de sábanas amorfas. Dentro del conato de vivienda hay dos colchas sobre latas que funcionan como cama, un estante ancestral, un gabinete que alguien desechó y un mueble sucio sobre el cual colocan los juguetes que encuentran por la calle para que el niño entretenga el hambre.

"En la mañana subo al mercado a buscarle desayuno a mi mujer y mi hijo (nieto); como a las 10:00 a.m. subo otra vez a ayudarle a un señor que vende víveres, y él me da la comida que cocinamos aquí abajo", narró Leury.

El espacio donde viven es extenso, pero paupérrimo. Sus necesidades fisiológicas las hacen en una zanja y cuando llueve la corriente se las lleva; cocinan sobre tres piedras con leña, y se bañan detrás de una cortina improvisada de galones.

Debido a tanta vulnerabilidad, Tata se enfermó de cólera el año pasado, y tuvieron que buscar ayuda de vecinos para llevarla hasta un hospital.

Siete años atrás no vivían así. Según cuenta Guzmán, tenían una casa en La Zurza, y una crecida del río Isabela los dejó en la calle; él no tiene parientes que le ayuden, y la familia de su esposa está copada de necesidades.

La madre del niño es hija de la señora. Tata cuenta que su nieto nació cuando su hija tenía 17 años, y al casarse con un hombre que no es el padre del menor, se vio obligada a dejar el niño, porque su cónyuge tiene varios hijos y tener a Braily en la casa es un problema para ellos.

Como si eso no fuera suficiente desconsuelo, en diciembre pasado, alguien que no identificaron incendió la choza, y tuvieron que levantarla otra vez. En ese percance se quemaron los pocos ajuares que tenían, incluyendo la ropa que les habían regalado para Navidad.

Sin embargo, por encima de todas las carencias, ellos dicen, sin titubear, que son felices.